Un análisis sobre la alianza entre el Ministerio de Agricultura y la Asociación Española de Agricultura de Conservación para transformar las tierras de cultivo en sumideros de vida y sostenibilidad hasta 2027.
HoyLunes — Durante décadas, hemos mirado al cielo esperando respuestas a la crisis climática, pero la verdadera clave podría estar bajo nuestras botas. El suelo no es solo un soporte inerte para los cultivos; es un organismo vivo con una capacidad asombrosa para secuestrar carbono y mitigar el calentamiento global. En este contexto, la firma de acuerdos que priorizan el conocimiento técnico sobre la simple explotación mecánica marca un cambio de paradigma: la transición de una agricultura de producción a una agricultura de regeneración.
El impulso a la Agricultura de Carbono
El Gobierno de España ha decidido dar un paso firme en la consolidación de modelos sostenibles. Según la información oficial:
“El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos (Aeacsv) han renovado su convenio de colaboración para el impulso del conocimiento, la innovación y la divulgación sobre agricultura de carbono”.
Este convenio, con una vigencia hasta «diciembre de 2027» y un presupuesto de «422.100 euros», no es solo una partida económica; es una hoja de ruta. Se centra en la gestión del conocimiento, la transferencia técnica y la sensibilización. La meta es clara: que los «ecorregímenes» de la Política Agraria Común (PAC) dejen de ser un concepto burocrático para convertirse en una práctica cotidiana en las fincas españolas.
Especial relevancia cobra el enfoque humano de la medida:
“Se prestará especial atención a la formación de mujeres y jóvenes en zonas rurales para favorecer el relevo generacional y la fijación de población en el medio rural”.
El suelo como activo público y privado
Desde una perspectiva analítica, la decisión de colaborar con la «Aeacsv» es un movimiento pragmático. La agricultura de conservación (basada en la mínima perturbación del suelo, la cobertura permanente y la rotación de cultivos) es la herramienta más eficaz para cumplir con los objetivos del «Plan Estratégico de la PAC 2023-2027».
¿Por qué es vital este convenio?
1. Resiliencia Hídrica: Un suelo rico en carbono orgánico retiene mejor el agua. En una España amenazada por la desertificación, esto no es solo ecología, es supervivencia económica para el agricultor.
2. Eficiencia de los Ecorregímenes: Los datos de 2024 son alentadores: el «88% de la superficie total» de ayuda básica ya se ha acogido a ecorregímenes. Sin embargo, para que esta adopción sea efectiva y no solo «en papel», se requiere formación técnica de alto nivel para evitar la erosión y mejorar la estructura del suelo.
3. Seguridad Climática: Al actuar como sumideros naturales, los suelos agrícolas españoles ayudan al Estado a cumplir con sus compromisos internacionales de reducción de emisiones sin sacrificar la soberanía alimentaria.
Este acuerdo no nace en el vacío. Se suma a la tendencia de las últimas cumbres del clima (como la COP) donde la iniciativa «4 por 1000» puso el foco en el suelo. En España, las estadísticas de 2024 muestran que «463.313 titulares» de explotaciones ya participan en estas prácticas, un incremento respecto al año anterior que demuestra que el sector agrario, lejos de ser inmovilista, está liderando la adaptación climática.
La agricultura de carbono es la prueba de que el progreso no siempre significa «añadir», sino a veces «respetar». Invertir en el conocimiento de los suelos vivos es invertir en una póliza de seguro para el territorio. Si logramos que el relevo generacional —especialmente mujeres y jóvenes— vea el suelo como un aliado vivo y no solo como una herramienta, el campo español no solo sobrevivirá al cambio climático, sino que será el motor que ayude a frenarlo.
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